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domingo, 25 de agosto de 2019

Esa casa de Línea y 14



Alfredo Prieto. OnCuba

Al romper la República, la élite isleña había tomado la decisión de eliminar la huella española en la arquitectura, toda vez que no representaba el espíritu moderno, como Francia o Estados Unidos.  Como expresión de los tiempos, una de las obras construidas durante el proceso de ampliación/remodelación del Prado fue la Glorieta, diseñada por el arquitecto francés Charles Brun, donde tocaba la Banda Mayor del Ejército para disfrute de los habaneros, bien sentados en sillas de hierro a su alrededor o iniciando la práctica de plantar en el muro para tomar la brisa que venía del mar.
Cerca vivían Enrique Loynaz del Castillo (1871-1963) y su esposa María de las Mercedes Muñoz Sañudo, descendiente de vascos ilustres en los ámbitos militar y religioso. Un hombre conocido por los habaneros debido a sus méritos durante la Guerra del 95 y por componer el “Himno invasor”. Fue, en efecto, comandante, teniente coronel, coronel y general de brigada, rangos alcanzados por méritos propios, a lo que habría que sumar la confianza de José Martí y el hecho de haber salvado de la muerte a Antonio Maceo en Costa Rica. Cuentan los historiadores que a la salida de un teatro, un español le disparó al Titán por la espalda, hiriéndolo gravemente. Sobre él avanzaba, arma en mano, otro peninsular dispuesto a rematarlo. Pero cuando iba a disparar, una bala del revólver de Loynaz y del Castillo lo puso fuera de combate...seguir leyendo

sábado, 13 de octubre de 2018

Convocatoria al "Encuentro Dulce María Loynaz: una mujer en su isla".


El Centro Cultural Dulce María Loynaz, de La Habana, y el Centro de Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz, de Pinar del Río, con el auspicio del Instituto Cubano del Libro del Ministerio de Cultura, la Dirección de Cultura de Pinar del Río, la Asociación de Escritores de la UNEAC y la Asociación Hermanos Saíz, convocan al Encuentro Dulce María Loynaz: una mujer en su isla, que se atendrá a las normas organizativas que a continuación se señalan:

I.              El encuentro se realizará del 6 al 10 de diciembre de 2018 en las ciudades de La Habana y Pinar del Río.
II.            Participarán autores, críticos, ensayistas, profesores, periodistas, promotores, y otros profesionales cubanos, así como intelectuales extranjeros que lo soliciten, seleccionados por su vínculo con la vida, obra y patrimonio de Dulce María Loynaz, sus hermanos y sus padres.
III.           Se abordarán los siguientes temas, relacionados con la reconocida autora, Premio Nacional de Literatura, 1987, y Premio Cervantes de Literatura, 1992, y con su entorno familiar, intelectual y social:

1.    La obra lírica de Dulce María Loynaz.
2.    La obra narrativa de Dulce María Loynaz.
3.    Dulce María Loynaz como crítico.
4.    Dulce María Loynaz como cronista.
5.    La crítica y los estudios sobre la obra de Dulce María Loynaz.
6.    La obra literaria de Enrique y Flor Loynaz.
7.    La arquitectura y el arte en y sobre la obra de Dulce María Loynaz.
8.    El patrimonio material e inmaterial de Dulce María Loynaz.
9.    Escritores relacionados con Dulce María Loynaz y su familia.
10. Dulce María Loynaz en su entorno social y cultural
  1. La hija del general, en el 150 aniversario de las guerras de Independencia
  2.  Crónicas del ayer (dentro del tema de DML como cronista)

IV.          Los trabajos que se inscriban como posibles ponencias deben ir firmados por sus autores, y acompañados con un breve currículo, datos de contacto, y una foto. Deberán estar escritos en español y no deben exceder los 18 000 caracteres (10 cuartillas)
V.           Las solicitudes de participación, tanto si propone presentar una ponencia o si se inscribe como observador, se enviarán hasta el 20 de octubre de 2018 a las siguientes direcciones electrónicas: madelyn@loynaz.cult.cu/edelmorales@loynaz.cult.cu/loynaz@pinarte.cult.cu o se entregarán personalmente sobre soporte papel en uno de los dos Centros convocantes, acompañados siempre de una copia en soporte digital. Los envíos por correo no deben sobrepasar nunca el límite de 1MB.
VI.          Las notificaciones de aceptación se harán entre el 29 y el 31 de octubre de 2018. El Programa del Encuentro se hará público en el mes de noviembre.


Comité Organizador

viernes, 21 de abril de 2017

Feliz año viejo. Algo de Flor y Dulce después del 59



En Línea y 14 era la casa. Casi ya no está. La ruina y el descascaro roído en malestar es lo que se ve. Y viceversa. La mediocridad de borrar físicamente el predio de una estirpe, en aquel entonces juvenil, que no se dejó tomar, ni joven ahí ni más tarde ya viejo, por los restos de esa otra Habana. Hijos de la más intrépida descendencia latina y mambisa. La casa ajada por la sal y el mal gusto oficial de más de medio siglo. La literatura sin embargo endiosa. Ahí tomaron una rica limonada muchas figuras de las letras latinoamericanas e hispánicas. Dieron avance de obras cumbres que respectivos países han tomado para sí. Defendiendo a cada hijo y vanagloriándose de que su tierra le haya dado un talento tal. Sin embargo, hoy, váyase a la Ciudad de La Habana en Cuba, busque el barrio del Vedado, llegue a Línea y 14 y entenderá dos cosas: una, de por qué me es imposible marcar la desidia que socialmente simboliza la casa en este párrafo; y dos, verá cómo esos restos de palacete señorial son la revancha, la respuesta antisistema ante los que aún creen que ahí hubo para ellos algún resarcimiento....seguir leyendo

viernes, 21 de octubre de 2016

Una visita a Flor Loynaz

Quinta Santa Bárbara. Foto: Radio Cadena Habana

Fragmento de un artículo de Miguel Ángel García Alzugaray publicado en su página:

En cuanto a Flor Loynaz Muñoz se ha dicho que era rebelde y férrea en la conquista de su libertad, así como que aunque no asumiera la poesía con la seriedad de sentirse poetisa, sí bebió en sus aguas como expresión íntima de su sentir más profundo.
Su padre, el General Enrique Loynaz del Castillo, le puso Flor en homenaje al valiente general Flor Crombet, compañero de lucha de Antonio Maceo, el Titán de Bronce. Pero los más cercanos le llamaban Beba, por ser la más pequeña del cuarteto de los hermanos Loynaz.
Muchos relatos se cuentan sobre su persona, algunos con visos de leyendas: fue, entre las mujeres, la primera en pasearse por las calles de La Habana en automóvil; que durmió dentro de un ataúd, vestida con sus mejores galas, por si la muerte llegara a sorprenderla durante el sueño; que fumaba grandes puros y era asidua visitante de los bares capitalinos y pobre de quien intentara siquiera sobrepasarse con ella, pues recibiría sin dilación en el impulso de su ira la firmeza de su carácter, y que para mostrar que la belleza interior era lo más importante, terminó rapando su hermosa cabellera.
Lo cierto es que pese a su fuerte carácter y su razonar cartesiano, Flor tenía un espíritu delicado. Bella y atractiva, creyó anticipadamente en los derechos de la mujer y concibió una manera singular de ponerlos a prueba. Le gustaba romper con los moldes establecidos para su sexo.
Constituyó la más cercana amiga en Cuba de Federico García Lorca, de quien fue asidua acompañante durante la estancia del poeta en La Habana en 1930. A ella le confió Lorca el manuscrito de su obra teatral Yerma.
En los primeros años de la década de los treinta tuvo una activa participación en las luchas políticas contra Gerardo Machado e incluso perteneció al Directorio Estudiantil. Le animaba un elevado concepto de justicia y no vaciló en unirse a un pequeño comando armado con su automóvil, «un Fiat del último modelo», que fue impactado varias veces por las balas de la policía y se encuentra expuesto actualmente en el Museo del Automóvil en la Habana Vieja.
Flor inspiró el personaje de Sofía de la novela El siglo de las luces de Alejo Carpentier, lo mismo que el cuadro fantasmagórico de la cinta Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea.
A diferencia de su hermana Dulce María que se sentía muy a gusto, viviendo en su "místico mundo interior", Flor necesitaba exteriorizar lo que sentía, más bien a través de sus actos que de la palabra escrita, lo cual explica en cierta medida que se conserven pocos de sus maravillosos poemas, ya que los escribía muchas veces en papeles de desecho que tiraba más tarde en el cesto de la basura, o los improvisaba de repente "cuando le venía la inspiración", declamándolos ante sus eventuales interlocutores sin preocuparse por el destino de los mismos.
Quinta Santa Bárbara, La Habana. © Alfonso Gamucio

De uno de estos hechos fueron testigos mi esposa y mi hija el día que conocieron a la controvertida hermana de Dulce María. Era un sábado por la mañana y hacía más de una hora que la escritora analizaba con mi cónyuge algunos ejemplos de la poesía pastoril de Garcilaso de la Vega, cuando a la sala proveniente de la cocina en donde dormía a veces en un viejo camastro, penetró una pequeña anciana muy delgada con una escasa cabellera tan blanca que parecía nieve o algodón. Vestía muy sencillo, pero su aspecto muy pulcro que completaban unos pequeños aretes de perlas, le daban un atractivo aire de feminidad.
Al ver a mi mujer, sin muchos cumplidos dijo muy seria: ¡Hermanita que sorpresa!. ¡Así que esta es la profesora rusa de la que me has hablado!. ¿Por qué no me la presentas?. Pero sin esperar una respuesta de Dulce María, extendió su huesuda mano recalcando: ¡Mucho gusto!, yo soy Flor, "la oveja negra de la familia", aunque ya verá que no soy tan mala como a lo mejor le han contado.
A continuación dirigiéndose a nuestra hija que se encontraba algo apartada leyendo en un rincón del vestíbulo le dijo: Tú debes ser Tatiana, la hija de Ludmila, ¿no es cierto?. A ver ponte de pie para verte mejor. Eres una muchacha muy hermosa. ¿Dice Dulce María que deseas estudiar Historia del Arte?. Te felicito muchacha porque es una carrera muy bonita.
Al descubrir que se hablaba de la poesía pastoril les dijo casi en rima: ¡que bueno!, me imagino que el autor alaba a las lindas florecitas, laboriosas avejas y mansas vaquitas. ¿Pero dónde están mis pobres hormiguitas?. Por eso, ¿no te pones brava Dulce si le recito a ellas unos versos que le compuse a las cucarachas y los ratones de mi hogar?.
La escritora roja de vergüenza, asintió con la cabeza poniendo una cara que parecía decir , ¡que remedio!
Deplorablemente, el texto de este inusual poema, lleno de humor y sabias moralejas se ha perdido, pero el siguiente relato de mi esposa tal vez pueda dar una idea sobre su contenido.
Al calor de la amena conversación con Flor, que acaparó ese día toda nuestra atención, nació la idea de visitar su mítica morada dentro de una semana, siempre que le garantizasen el transporte. Como se había acordado, el siguiente sábado se trasladaron en compañía de Flor hasta el reparto La Coronela, para visitar la quinta "La Santa Bárbara" en la que residía.
Al atravesar con el auto el portón de la alta cerca, que más que tapia, parecía sólida muralla que defendía el palacete del ataque de feroces piratas y corsarios, cuyas historias eran tan del agrado de la propietaria, tuvieron la impresión de que habían llegado a un olvidado castillo de un cuento de hadas.

La mansión estaba rodeada de grandes jardines donde algunos rosales y otras plantas decorativas luchaban por sobrevivir. La residencia era un edificio muy grande y sólido, que no obstante, desde el primer momento daba la impresión de que hacía tiempo no se reparaba.
En sus amplios portales, dormitaban una docena de perros callejeros recogidos por Flor que al detectar la llegada de su dueña, se lanzaron sobre ella ladrando y saltando locos de alegría.
Al penetrar en la vivienda, en el centro de la amplia sala que servía de recibidor, escoltado por dos enormes relojes de pie, se veía sobre un grueso pedestal un conjunto escultórico en el que un guerrero, tal vez espartano, caído en el suelo, se defiende con su lanza del furioso ataque de un águila. El ave, en otras épocas sin dudas magnífica, tenía ahora sus dos alas rotas que descansaban cerca del pedestal. Al observar el interés con que mi esposa e hija contemplaban esta obra de arte, Flor les dijo: esta pieza que es una de mis preferidas,tiene una historia muy linda, pues fue galardonada en la Exposición de París de 1889 que tan magistralmente describiera José Martí. Pero ya ven que destino más cruel le ha tocado. Venir de Francia para tener este final tan doloroso en mi propia casa. Es algo que nunca hubiese querido ver.
Recorriendo la casa por todas partes se veían huellas de abandono y destrucción. Parecía que un terrible huracán hubiese pasado por encima de la vivienda.
Debajo de la majestuosa escalera central de caoba, se amontonaban bustos y columnas de mármol rotas. En lo que fue antes el comedor, un largo lienzo que reproducía una carrera de cuadrigas en un hipódromo del imperio romano, mostraba una rasgadura en su centro, de más de un metro de longitud, como si hubiese sido cortada intencionalmente por alguien con un afilado cuchillo.
La capilla de la vivienda que visitaron a continuación, se había salvado al parecer milagrosamente de tanto deterioro.
Al mostrarles el patio central que existe entre las dos alas del edificio, en el que otrora un antiguo surtidor veneciano servía escogidos vinos en las costosas copas de cristal de bacarat de los invitados a las veladas literarias organizadas por Flor en sus años mozos, nuestra hija se percató que sobre el descanso de la escalera trasera que daba acceso al segundo piso, flanqueado por un gran jarrón de porcelana de Sevrés de raro color amarillo que descansaba sobre un trinchante de roble, había colgado en la pared un óleo bastante grande, que mostraba a una bella joven ataviada a la moda de los años 30, del brazo de un apuesto caballero vestido de blanco. La imágen de extraordinario realismo, transmitía al observador la felicidad que experimentaba la pareja de enamorados.
Flor con cierta ironía no exenta de humor preguntó a Tatiana: ¿sabes quién es esa dama tan bonita?.
Nuestra hija por supuesto no se atrevió a contestar, por lo que la anfitriona añadió: esa beldad que ves, es aunque no lo creas, esta horrible caricatura de ella que tienes delante.
¿Y quién es el hombre tan elegante que la acompaña?, inquirió Tatiana haciéndose que no había escuchado. Mi esposo, el arquitecto inglés Felipe Gardyn. ¿Verdad niña que tenía buen tipo?, expresó Flor sonriendo por primera vez, como si recordara momentos agradables de un lejano pasado . ¡No sabes como me envidiaban en aquél entonces mis tontas amigas!.
Su esposo, había levantado la mansión Santa Bárbara, actual sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Pero se sabe que fue Flor quien trazó lo que quería. La Quinta fue el regalo de bodas de su marido. Matrimonio que fue breve, brevísimo, quizás por el choque inevitable con la audaz y polémica personalidad de Flor.

Auto Fiat 1930 de Flor, al que ella llamaba”la bovina”. Hoy se conserva en el Museo del Automóvil en el Centro Histórico de La Habana. Foto: Rutacuba.com

Ese día, prosigue contando Ludmila, por haber sufrido una fractura de cadera, Flor ya no podía subir al segundo piso por la empinada escalera de su casa, por lo que pidió al encargado de la vivienda, que acompañase a mi esposa e hija para recorrer las habitaciones superiores. Así, pudieron conocer los cuartos en los que por tantos años había descansado Flor y en cuyas mesitas de noche había varios retratos de sus padres y sus hermanos, los amplios baños intercalados entre los mismos y por último, una habitación vacía en la que el acompañante con gran solemnidad recalcó: este es el lugar donde Flor daba de comer trocitos de pan a las cucarachas y ratones que acudían mansitos cuando los llamaba.
Al inquirir mi hija si esta historia era cierta, el encargado le aseguró que sí, pues a Flor le movían creencias orientales sobre la transmigración de las almas, por lo que consideraba que no se podía maltratar a ninguna criatura viviente, ni siquiera a los más dañinos insectos, pues todos ellos eran hijos de Dios.
Flor fue sin dudas un espíritu delicado. Adornada de un noble sentimiento que le hacía ver en cada criatura la posibilidad de hacer el bien, llegaba a límites inconcebibles, como cuando colocaba puñados de azúcar ante las cuevas de las hormigas.
Miraba en los animales los ojos de Dios. Un día arrancó de manos del cocinero dos conejos listos para convertirse en fricasé, compró todas las aves de un establecimiento para liberarlas ante los ojos atónitos del carnicero. La madre tuvo que crear un asilo para animales, porque Flor llevaba a casa a cuanto perro se encontraba en el camino -sin importar cuantos tuviera ya- y lo siguió haciendo hasta el final de sus días. Inmortalizó a uno de sus perro en este conmovedor poema:

Trenino
Trenino, hijo mío, mi perro:
quisiera tener tu corazón
tanto como quisiera tu cerebro;
un corazón humilde y un cerebro sencillo
que llevar dentro del cuerpo.
Y un cuerpo como el cuerpo tuyo: fuerte,
ágil, rudo a la vez ¡eso yo quiero!
Odio el hablar, que es privilegio triste,
prefiero tu ladrido: es más sincero
y más noble y más claro que la inútil palabra
con que hablo y con que pienso.
La burra de Balaam quedó asombrada
al hablar -y aunque fue sin entenderlo-
con la palabra le brotó una lágrima
que hocico abajo le rodó hasta el suelo.
Trenino, mi perro, mi hijo:
tú eres el mundo todo entero
puesto que eres inocente y fuerte
como el mundo en que creo.
Como el mundo que Adán no hubo manchado
con el pecado y con el sufrimiento.
Para tí -Dios lo sabe- son inútiles
el Infierno y el Cielo.
Por eso cuando mueras es posible
que te tome en sus manos un momento
y quede pensativo... ¡Sin saber
cuál es tu sitio en todo el Universo!
1936.

Aparte de estos ejemplos, la poesía de Flor Loynaz es fresca y prendida de un original lirismo. Poco difundida, lo mismo que estudiada, ha aparecido, sin embargo, en algunas antologías e incluida en textos sobre literatura cubana. Veamos una muestra:

Yo te ofrezco mis lirios ¿Por qué me pides rosas?
yo te ofrezco mis lirios más puros y más blancos.
¿A qué este afán continuo de pedir otra cosa,
si te doy de la vida, lo poco que he logrado?
Eres joven y quieres rosas frescas y rojas
no el perfume doliente, no los pétalos pálidos.
En mi jardín no esperes que tu mano recoja
lo que yo no he vivido, lo que tú no has sembrado.

SIN PAPEL

Esta vez el papel no me ha alcanzado
y la palabra vuela libre al viento.
Volará como vuela el pensamiento
hacia el país del sueño no soñado.
Lo escrito no ha quedado terminado
pero está vivo: que vibrar lo siento
con tañer de campana al firmamento
en un azul, de nubes despejado.
Aún cuando nunca más papel hubiera
o mi mano cansada no pudiera
trazar con línea firme la idea pura
ella estará cual lava derretida
socavando la tierra estremecida
hasta saltar un día ¡estoy segura!
(1976)

Dulce María, al valorar la poesía de su hermana expresó: "Yo pienso que ella ocuparía con justicia uno de los primeros lugares en la poesía cubana y más allá, no únicamente contemporánea, podíamos remontarnos más lejos; pero la opinión mía no la tendría en cuenta nadie, no sólo porque soy su hermana, y porque estoy muy unida a ella por lazos de sangre, sino además por lazos espirituales profundos que suelen valer más que los primeros".
Flor Murió sola como había vivido siempre, en 1985, el 22 de junio. Unos pocos, poquísimos, asistieron a su despedida.
Alguien con gran acierto dijo sobre ella: Flor es la Juana de Arco de nuestras letras. Nadie escuchó una queja cuando el cáncer la atenazó. En las paredes de su cuarto dejó estampado un auto de fe: "Te doy gracias Señor, / porque me diste un corazón valiente / que no teme a la muerte / ni a la soledad / ni al dolor / que no conoce otro temor /

que el tuyo".

Más detalles sobre la Quinta Santa Bárbara en cinelatinoamericano.org

lunes, 3 de octubre de 2016

¿Puede escribirse sobre la estancia de Lorca en Cuba sin mencionar a Los Loynaz? (1)

Al menos Juan Marinello lo logró. Lo curioso es que cita a Marcelle Auclair (Enfances et mort de García Lorca. Editions du Seuil, 1968), quien al menos, al final de su libro hace referencia a ellos, como veremos en la segunda parte de esta entrada. No olvidemos que estábamos en 1975 y el nombre de Dulce María Loynaz y sus hermanos habían sido borrados de la historia de la literatura cubana escrita y publicada en la isla.









Juan Marinello. "Contemporáneos. Noticia y memoria". Tomo segundo. Uneac, La Habana. 1975.

domingo, 7 de agosto de 2016

César Leante sobre los hermanos Loynaz




Nota: El autor solo hace referencia a 3 de los hermanos Loynaz, obviando evidentemente a Carlos Manuel.

Revista Cuadernos Hispanoamericanos. Número 433-434. Julio- agosto, 1986

domingo, 1 de mayo de 2016

La quinta casa de Dulce María Loynaz


Pablo Pascual Méndez Piña en Diario de Cuba:

En días pasados este diario publicó un excelente artículo del académico Alejandro González Acosta —"Cuatro casas de Dulce María Loynaz"—, donde muy amablemente hizo algunas rectificaciones a un trabajo de mi autoría publicado en este mismo portal: "El jardín perdido de Dulce María". Gesto que agradezco con humildad, pues ambos admiramos a la Premio Cervantes.

Rectificar es de sabios y, más aún si Dulce María Loynaz forma parte de la polémica. González Acosta, con mucha más experiencia que yo en los avatares periodísticos, conoce el stress a que estamos sometidos para investigar  y comunicar lo ignoto. Hacer periodismo no es reproducir lo que todos conocen, a los lectores tenemos alimentarlos con revelaciones....seguir leyendo

jueves, 28 de abril de 2016

Alas en la sombra










Hermanos Loynaz: Alas en la sombra. Editorial Letras Cubanas, 1992.

"Esta obra es fruto de un acuerdo de coedición entre el Instituto Cubano del Libro, el Instituto de Cooperación Iberoamericana en Cuba y la Embajada de España".

martes, 19 de abril de 2016

domingo, 17 de enero de 2016

Las raticas blancas de Flor Loynaz


"Pero a mi parecer la familia más singular de La Habana la constituía la de Dulce María Loynaz, la poetisa oficial de la sociedad cubana, descendiente de un héroe de la independencia. Se le perdonaban sus veleidades literarias, es más, hacía las delicias de aquella con sus versos sobre la niñita coja porque se había pinchado en una estrella...
Yo apenas la conocí, coincidí con ella un par de veces a la hora del té en casa de Tía Sara Larrea y la recuerdo mayor, sumamente frágil, como un espíritu más que como un ser corpóreo. Vivía en el Vedado, en la Calle Calzada en una inmensa casona colonial a la que daba la impresión que la luz tenía reparos en acercarse. En la parte posterior contaba con un parque. Para seguir el rastro de su esplendor de antaño se necesitaba hacer arqueología vegetal. Laberíntico hasta lo inverosímil, parecía el exponente del propio laberinto interior de sus habitantes. Dulce María - ya viuda- compartía la casa con una hermana menor llamada Flor, y dos hermanos homosexuales que se rumoraba dormían en sendos ataúdes a su regreso de los lugares mas crapulosos de la noche habanera. Por lo visto no estaban dispuestos a renunciar a su libertad en aras de nada.
Por esta residencia pasaba cuanto intelectual arribaba a la ciudad; era como si tendieran las manos del alma para acoger a todos los artistas de la tierra. En 1930 García Lorca los visitó tras su famoso viaje a Nueva York, encontrando en ellos y en ese mundo tan extravagante y genialoide el clima repleto de irrealidad propio de todo ser soñador y poeta. En 1939, cuando la vida se hizo imposible para todo liberal en la España franquista, desde Juan Ramón Jiménez hasta María Zambrano encontrarán calor y cobijo en aquella casa. María diría de aquel ambiente; "un paraíso encerrado, aunque no amurallado, pero al que no se puede entrar porque hay que, desde siempre, estar ya dentro."
La parte posterior de la propiedad daba a la Primera Avenida y a mí me fascinaba observar la polvorienta y vetusta hiedra enroscada en la verja similar a una potente boa, que la desprendía del muro y la mantenía en el aire como un trofeo. Se supone que el hierro sólo se vuelve dócil con el fuego pero aquí quedaba patente que la naturaleza, usando como arma la rastrera trepadora, le puede tambien doblegar. A lo lejos se vislumbraba una fuente con nereidas y delfines, que ahora que permanecía silenciosa y vencida por el salitre ahondaba más esa desoladora melancolía que todo lo salpicaba.
En 1972, cuando el castrismo ya mostraba sin tapujos toda la ferocidad del régimen, Flor Loynaz sería detenida. Varios "barbudos" la fueron a buscar a su casa. Ella pidió unos minutos para recoger algunas pertenencias. Al llegar al cuartelillo, un comisario de rostro atrabiliario la espetó: "¿Sabe que está acusada de contrarrevolucionaria?" Flor le miró y cándidamente le preguntó: "¿De qué revolución?" El hombre, desconcertado y como para ganar tiempo, le pidió que le entregara el gran bolso que portaba; al abrirlo, tres ratas blancas saltaron de él que asustadas comenzaron a corretear por la habitación. Los "barbudos", demudados, trataban de atraparlas mientras Flor desolada exclamaba: "¡Cleopatra, Cloe, Eloísa! ¡Volved aquí, mis hijitas!" Una vez capturados los roedores, el comisario con ganas de salir de aquella absurda situación, se los devolvió diciéndole: "Puede usted regresar a su domicilio". De los hermanos nada sé; supongo que para esa época debían de descansar definitivamente en sus ataúdes.
A Dulce María le sería otorgado el Premio Miguel de Cervantes en 1992, demostrando España con este gesto una gran sensibilidad. Pienso que, más que a su mérito como poeta, fue un gran homenaje a ese mundo tan barroco y decadente que ella representaba y que con ella moriría".

Sarah Álvarez de Miranda. "El amargo sabor del azúcar". Biblioteca Nueva, 2010. p.41-43