jueves, 31 de agosto de 2017

Jardín, una experiencia crítica


Zaida Capote Cruz en "La Ventana"

¿Cómo enfrentar un texto como Jardín? ¿Quién necesita una edición crítica? ¿Qué clase de edición crítica? La verdad, aún no sabía cómo ni quién ni qué cuando decidí ocuparme de la novela. Todo lo que tenía entonces eran dudas. Hacía mucho soñaba con hacer una edición crítica o cuando menos anotada; pero los manuscritos de la novela habían sido donados por Dulce María Loynaz a Aldo Martínez Malo para el Centro Hermanos Loynaz de Pinar del Río. Y el mítico celo de Aldo con aquellos papeles, que gustaba de mostrar a la luz de una vela, misteriosamente, mientras leía algún fragmento ante los azorados ojos de sus invitados, parecía eternizar mi sueño. La primera vez que leí, a instancias de Enrique Saínz, la novela de Dulce María Loynaz no podía sospechar que alguna vez aquel sueño dejaría de ser una ilusión eterna. Una colega sabia, Rosa González, solía animarme, y la vida le dio la razón. Contra todo pronóstico, la oportunidad llegó cuando ya había dejado de esperarla y me ocupaba en otros temas...seguir leyendo

martes, 22 de agosto de 2017

Zaida Capote sobre el artículo publicado en The New Yorker

Leer a Dulce María Loynaz con Celia Cruz de fondo debe ser un ejercicio arduo. Pero todo vale cuando se precisa hilvanar una historia falsa. La reseña publicada por Carina del Valle Schorske en The New Yorker (http://www.newyorker.com/books/page- turner/the-internal-exile-of-dulce-maria-loynaz) sobre la antología Absolute Solitude, traducida por James O’Connor y publicada por Penguin Books, ofrece un perfil de la poetisa cuyos lectores más asiduos apenas podrán reconocer.

Equiparando el exilio de Cruz con el “exilio interno” de Loynaz, la estudiante de la Universidad de Columbia va tejiendo una maraña de referencias espurias. Cada quien puede hacer florecer su creatividad hallando señales inéditas en un texto literario. Esa es la razón de la crítica. Ahora bien, decir que los Poemas sin nombre son textos políticos o que Loynaz “buscó el éxito con su primer libro” son afirmaciones más o menos vanas. Y desconocen, para empezar, la personalidad de Dulce María. Pero afirmar que estuvo presa en 1959, según un testimonio incomprobable, cuando la propia escritora ha contado en Fe de vida —de 1994, aunque escrito en 1978— sobre el registro que hizo la policía en su casa y no menciona prisión alguna, o afirmar que por su procedencia de clase y por no afiliarse al Partido Comunista fue considerada una traidora, es extremarse en la banalización.

Ciertamente, no hubo que esperar a la caída de la Unión Soviética para que en Cuba se leyera de nuevo a Loynaz. Había presidido, en compañía de otros notables poetas cubanos, el Festival Poesía ’68, organizado por la UNEAC. En 1984 se publicó en La Habana un volumen de sus Poesías escogidas, a cargo de Jorge Yglesias. Y ya había recibido la Distinción por la Cultura Nacional y la Medalla Alejo Carpentier cuando Cintio Vitier y Fina García Marruz le organizaron un homenaje en la Biblioteca Nacional José Martí, en 1987. Ese año el Ministerio de Cultura le entregaría el Premio Nacional de Literatura, la distinción más alta que se otorga en Cuba a un escritor. Sus otros libros vieron la luz luego del Premio Cervantes en 1992, cierto; pero me permito dudar si Loynaz hubiera alcanzado tal distinción sin la activa promoción de instituciones cubanas como la Casa de las Américas, cuya colosal Valoración múltiple, al cuidado de Pedro Simón (todavía hoy una de las más útiles vías para acceder a su obra), se había editado en 1991. Y, al parecer, quien promovió activamente la candidatura de Loynaz al Cervantes fue su compatriota Pablo Armando Fernández, miembro del jurado....seguir leyendo

jueves, 17 de agosto de 2017

The Internal Exile of Dulce María Loynaz


Carolina del Valle Schorske en The New Yorker:

"Though Loynaz predicted that “men,” specifically, would be the agents of her abandonment, she began her life blessed by her country’s patriarchs. She was born in 1902, the year that Cuba seized sovereignty from Spain. Her father, Enrique Loynaz del Castillo, was a celebrated figure in the Cuban War of Independence; he fought alongside his friend José Martí. The Loynaz family was not only patriotic but wealthy: chandeliers, white peacocks, private tutors, world travel. In the nineteen-thirties and forties, the family’s palatial home was a hub for the great writers of the Spanish-speaking world, including Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, and Gabriela Mistral. Enrique Loynaz encouraged his firstborn’s talent for poetry, sending her work to Havana’s most important newspaper, La Nación, which published two verses, “Vesperal” and “Winter,” when she was just seventeen. Though she struggled to find success with her first book in Cuba, she found an audience in Spain in the nineteen-fifties, where her next five books were published to great acclaim across the Spanish-speaking world. Juan Ramón Jiménez praised the “mystic irony” of “Ophelia Loynaz the Subtle.” The Uruguayan modernist Juana de Ibarbourou christened her “the first woman of América.” The Mexican megastar Maria Félix considered playing the lead in a film adaptation of “Jardín,” the poet’s only novel"