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sábado, 4 de febrero de 2017

Dulce María Loynaz invita a Gabriela Mistral a su casa (diciembre 1952)


Querida amiga nuestra:

Quiero decirle en primer lugar lo contentos que estamos mi marido y yo con esta carta suya que creo constituye una promesa, y por la cual Vd. consiente en pasar en Cuba y en casa "siquiera un dia"
Serán los dias que Vd. quiera, en nada deseamos violentarla, ni aun en nombre del cariño y la admiración  que por Vd. sentimos. Igualmente le aseguro que allí recibirá Vd a las personas en que lleve gusto, y si no lleva gusto en ninguna, pues aunque yo tenga que pelearme con todo el mundo, no recibirá ninguna. Ni aun a mi, si no me llama, ya ve.
La pasaraá Vd. mejor de lo que piensa pues aunque nada pudiéramos ofrecerle solo con la devoción que iba a rodearla se sentiría Vd. confortada en sus muchos cansancios.
(Se que la palabra "confortada"  no va a gustarle, pero yo no tengo otra para expresarle con un mismo sentido lo que esta quiere decir).
En segundo lugar, Gabriela inolvidable, debo defenderme de algo que Vd. me está diciendo desde el primer instante en que nos encontramos en Rapallo.
Del hecho de que cuando visitó Vd. La Habana, yo no fuera a saludarla, deduce que era o soy yo una criatura orgullosa, o por lo menos que fue aquel un rasgo de orgullo.
Permítame amiga mia demostrarle que precisamente esa actitud indica todo lo contrario. Pues el orgullo hubiera estado en ser su amiga, en exhibirme con Vd. en lugares públicos, en fin en que todo el mundo viera que Gabriela Mistral me distinguía con su trato.
Ya Vd. era una consagrada, una escritora de fama continental (y no digo universal para no lastimar mas su modestia). No le habían dado el Premio Nobel, pero a fe que no lo necesitaba para que se supiera ya entonces que Vd. era la primera poetisa del mundo.
¿Y quien era yo? Pues nada. O si era algo nadie estaba por aquel momento enterado.
¿Me imagina Vd. tan vanidosa de creerme yo solita un genio sin que los demás hicieran nada por asegurarmelo? Creo que no.
Vea Vd. en mi actitud una naturaleza huraña, acaso mas bien tímida… En fin vea Vd. hasta una descortesía que es pecado en el que mucho me apena caer y en el que poco caigo, pero no me lo tome por altivez, cuando era Vd. la única que tenía derecho a ser altiva.
Paso unos días en Nueva York, pero para la Nochebuena ya estaré de regreso.
Voy a esperarla como a los Reyes Magos, con la misma ilusión, con la misma confianza, con el mismo corazón de niña que perdí hace tanto tiempo.
No me tenga, se lo ruego, sin noticias. Verá como en Cuba, su reuma va a desaparecer como por encanto… Así sucedió con la señora del Ministro del Uruguay, veinte años padeciendo y veinte días en Cuba bastaron para curarla. Pablo besa su mano, yo la sujeto para que esta vez no se me vaya.

Suya

Dulce María

PD
Gabriela, la dirección de mi nueva casa y que tan sinceramente le ofrezco es Calle 19 número 502. Vedado. Va también al dorso del sobre. Aunque es una casa grande sin niños, está llena de calor de hogar.

domingo, 29 de enero de 2017

Carta de Dulce María Loynaz a Gabriela Mistral (noviembre, 1953)

Una de las varias cartas intercambiadas por Dulce María Loynaz con Gabriela Mistral, que han sido digitalizadas por la BIBLIOTECA NACIONAL DE CHILE. En esta especialmente le solicita apoye la postulación de Concha Espina al Premio Nobel de Literatura.



La Habana, noviembre 22-53

A Gabriela Mistral:

Querida Gabriela: ¡Qué sorpresa su carta! Me tiene Vd. tan acostumbrada a sus silencios...Antes de irme a Europa le escribí dos o tres veces, y sobre asuntos muy importantes para Vd. - yo al menos lo juzgué así- como las gestiones realizadas por Pablo cerca de su embajador aquí para proporcionarle ese sitio ideal y un poco difícil que Vd. quería en Cuba, gestiones que dicho sea de paso tuvieron compelto éxito...Pues nada, ni una palabra suya...Hasta ahora.
Entonces me fui a Europa y naturalmente no le escribí más...Y ahora, mi querida amiga, viene Vd. a decirme con mucha gracia si "mis españolas" me han hablado mal de Vd. para que yo no le escriba...
Usted es maravillosa Gabriela...Bueno, dejemos las cosas así y paso a informarle sobre lo que me pide: la empleada Enriqueta Fernández fue visitada por mi secretaria en el domicilio que señala, o sea Aguacate 60 y aunque ella estaba ausente, su hija recibió su mensaje y manifestó que se entendería directamente con Vd. por correspondencia a cuyo efecto tomó nota de su dirección, del nombre de Doris y demás particulares que interesaban a Vd. De modo que si ella tiene el mismo interés, no tardará en escribirle y ponerse de acuerdo con sus intenciones. Complacida y servida en tan pequeña cosa.
Algo más grande voy a pedir yo...Ahí va, Gabriela. El año pasado pedí a Vd. que haciendo uso del derecho que le da siendo Vd. un Premio Nobel, tuviera a bien solicitar el mismo para Concha Espina.
En esa ocasión me dijo Vd. que mucho le complacería se lo dieran a Concha, pero que Vd. tenía su voto comprometido para a Rómulo Gallegos. Supongo que para este año que todavía no ha empezado, su voto esté libre y yo repito mi ruego: pídalo para Concha Espina que lo merece y además concurren en ella circunstancias humanas que no existen en otros aunque también lo merezcan...
¡Sería el único modo de iluminarle su larga noche, Gabriela! Y aun más aunque no lo obtuviera - que ya se sabe lo difícil que es eso- creo, estoy segura de que Concha Espina se sentiría feliz solo de pensar que alguien pidió el premio para ella y que ese alguien es nada menos que usted...Hágalo Gabriela y yo la querré más todavía de lo que la quiero.
Vea que nunca le he pedido nada, ni siquiera la el artículo que me prometió hace siete años sobre mis versos, ni el prólogo también ofrecido para este libro que le mando y que sale sin él porque Vd. no volvió a acordarse de su ofrecimiento... No se lo tengo a mal, con el corazón lo digo, pero quiero ver si así la muevo en favore mi deseo. Quizás Vd. no me dio esas cosas porque yo no las pedí, aunque mucho las deseaba y aun las necesitaba. Por eso ahora pido, para que no le quede más remedio que complacerme.
Escríbame esta vez por favor. Yo la quiero siempre, aun detrás de su muralla de silencios. Salúdme con mucho afecto a Doris y también a Hilda si la tiene cerca.
Pablo besa su mano y yo la abrazo muy tiernamente. Suya

Dulce María
 Postdata:




jueves, 26 de enero de 2017

Postal enviada por Pablo Álvarez de Cañas a Gabriela Mistral (1954)



Querida Gabriela:

                        Pónganos un cable para irla a recibir. Su amiga la argentina sabe que tiene también nuestra casa a su disposición.
Aquí estamos en la portada de nuestra casa de campo, que usted conoce, donde también le estamos preparando habitaciones, y donde se le espera, verá en los brazos de Dulce María al angelito peludo.

Abrazos muchos de
Pablo.

Recuerdos a Doris


martes, 12 de enero de 2016

Gabriela Mistral: cartas a Dulce María Loynaz






Jorge Benítez. "Gabriela anda La Habana...A medio caminar el olvido y la memoria". Editorial Lom, Santiago de Chile, 1998.