Tomado de Diario de Cuba:
Como en estos momentos preparo un libro sobre Dulce María Loynaz para publicar próximamente en la editorial madrileña Betania, revisando lo escrito en los últimos tiempos encontré apenas ahora un artículo sobre ella, al que me gustaría referirme a pesar de haber transcurrido ya casi tres años de su difusión, pues lamento no haberlo conocido cuando apareció. Esto además se propicia con la proximidad de otro aniversario de su muerte, el 27 de abril de 1997. Y, como el próximo año se cumplirán dos décadas que la poetisa nos dejó, mi libro en curso también pretende ser un homenaje de recuerdo.
Leí con gran interés el artículo "El jardín perdido de Dulce María Loynaz", de Pablo Pascual Méndez Piña, publicado por este diario. En primer lugar, deseo expresar mi sincero y profundo reconocimiento a su autor por dedicar su atención a un personaje tan querido, a quien tuve el privilegio de tratar cercanamente. Con el propósito de ofrecer ciertas informaciones destinadas a quienes en el futuro emprendan la tarea de escribir una historia de la literatura cubana, me permito —sin menoscabo del loable empeño del articulista— compartir algunos datos y aclaraciones.
En realidad, la casa de Calzada 1105 (o Línea y 14), no fue el escenario de la niñez de los Loynaz Muñoz. Ciertamente, la morada donde transcurrió gran parte de esa etapa fue la ubicada en la esquina de las calles Amistad y San Rafael, en los altos de una joyería (La Maison Française) que luego se estableció allí. A esa residencia está dedicado el poema "Últimos días de una casa", según me confesó la propia Dulce María. Enfrente, en una decorosa pensión para huéspedes solteros, vivía recién llegado de España, Pablo Álvarez de Cañas, quien más tarde sería su marido. El primer encuentro de ellos fue visual, desde los balcones respectivos, me informó ella. A la casa de Calzada (o Línea, indistintamente, pues tiene entradas por ambas calles) los hermanos se mudaron muy jóvenes, pero ya no eran unos niños...seguir leyendo
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