Foto: Filatelia de La Habana
José Alejandro Rodríguez en Juventud Rebelde
El
Almendares que inspiró a Dulce María Loynaz, al punto de escribirle un amoroso
poema, nada tiene que ver con el que se topa todos los días la septuagenaria
Neida M. Sánchez Rodríguez, quien lleva viviendo casi 50 años al pie de los
márgenes de ese río habanero, en la Avenida 47 No. 1417, entre 14 y 18, en el
municipio capitalino de Playa.
Neida me
confiesa atormentada e inconforme que a diario contempla con tristeza cómo lo
que media entre esa arteria y la orilla, precisamente a unos pocos metros del
Parque Almendares, se ha convertido en un gran basurero, muy pestilente.
Lo que fue
un agradable organopónico, señala, es hoy un asentamiento marginal, cubierto
por un cercado hecho de cuanto traste han encontrado los improvisados
emprendedores de tal ilegalidad.
«La
historia de suciedad y abandono de esa área —refiere—, data de años. Y
contribuyen en gran medida todas las entidades e instituciones situadas frente
a las márgenes del río, las cuales concluyen sus labores y no les interesa en
absoluto velar por la higiene de sus alrededores.
«Pero hay
que decir también que personas insensibles e inescrupulosas vierten allí basura
y escombros, sin que nadie sea capaz de intervenir para detenerlas. ¿Qué hacen
las autoridades que deben velar porque esas ilegalidades no se produzcan,
Dirección del Parque Metropolitano, Medio Ambiente, Servicios Comunales,
Planificación Física y otras?».
Manifiesta
la señora que, con el auge del turismo internacional, esa avenida es recorrido
diario de grandes caravanas de automóviles convertibles repletos de visitantes,
quienes cámara en mano transitan por esa hermosa y a la vez sucia realidad,
para vergüenza de Neida, y escarnio a aquella sensible poetisa que le dedicó
sus versos en Juegos de Agua.
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