Alfredo Prieto. OnCuba
Al romper
la República, la élite isleña había tomado la decisión de eliminar la huella
española en la arquitectura, toda vez que no representaba el espíritu moderno,
como Francia o Estados Unidos. Como
expresión de los tiempos, una de las obras construidas durante el proceso de
ampliación/remodelación del Prado fue la Glorieta, diseñada por el arquitecto
francés Charles Brun, donde tocaba la Banda Mayor del Ejército para disfrute de
los habaneros, bien sentados en sillas de hierro a su alrededor o iniciando la
práctica de plantar en el muro para tomar la brisa que venía del mar.
Cerca
vivían Enrique Loynaz del Castillo (1871-1963) y su esposa María de las
Mercedes Muñoz Sañudo, descendiente de vascos ilustres en los ámbitos militar y
religioso. Un hombre conocido por los habaneros debido a sus méritos durante la
Guerra del 95 y por componer el “Himno invasor”. Fue, en efecto, comandante,
teniente coronel, coronel y general de brigada, rangos alcanzados por méritos
propios, a lo que habría que sumar la confianza de José Martí y el hecho de
haber salvado de la muerte a Antonio Maceo en Costa Rica. Cuentan los
historiadores que a la salida de un teatro, un español le disparó al Titán por
la espalda, hiriéndolo gravemente. Sobre él avanzaba, arma en mano, otro peninsular
dispuesto a rematarlo. Pero cuando iba a disparar, una bala del revólver de
Loynaz y del Castillo lo puso fuera de combate...seguir leyendo
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