Quinta Santa Bárbara. Foto: Radio Cadena Habana
Fragmento de un artículo de Miguel Ángel García Alzugaray publicado en su página:
En cuanto a Flor Loynaz Muñoz se ha dicho que era rebelde y
férrea en la conquista de su libertad, así como que aunque no asumiera la poesía
con la seriedad de sentirse poetisa, sí bebió en sus aguas como expresión
íntima de su sentir más profundo.
Su padre, el General Enrique Loynaz del Castillo, le puso
Flor en homenaje al valiente general Flor Crombet, compañero de lucha de
Antonio Maceo, el Titán de Bronce. Pero los más cercanos le llamaban Beba, por
ser la más pequeña del cuarteto de los hermanos Loynaz.
Muchos relatos se cuentan sobre su persona, algunos con
visos de leyendas: fue, entre las mujeres, la primera en pasearse por las
calles de La Habana en automóvil; que durmió dentro de un ataúd, vestida con
sus mejores galas, por si la muerte llegara a sorprenderla durante el sueño;
que fumaba grandes puros y era asidua visitante de los bares capitalinos y
pobre de quien intentara siquiera sobrepasarse con ella, pues recibiría sin
dilación en el impulso de su ira la firmeza de su carácter, y que para mostrar
que la belleza interior era lo más importante, terminó rapando su hermosa
cabellera.
Lo cierto es que pese a su fuerte carácter y su razonar
cartesiano, Flor tenía un espíritu delicado. Bella y atractiva, creyó
anticipadamente en los derechos de la mujer y concibió una manera singular de
ponerlos a prueba. Le gustaba romper con los moldes establecidos para su sexo.
Constituyó la más cercana amiga en Cuba de Federico García
Lorca, de quien fue asidua acompañante durante la estancia del poeta en La
Habana en 1930. A ella le confió Lorca el manuscrito de su obra teatral Yerma.
En los primeros años de la década de los treinta tuvo una
activa participación en las luchas políticas contra Gerardo Machado e incluso
perteneció al Directorio Estudiantil. Le animaba un elevado concepto de
justicia y no vaciló en unirse a un pequeño comando armado con su automóvil,
«un Fiat del último modelo», que fue impactado varias veces por las balas de la
policía y se encuentra expuesto actualmente en el Museo del Automóvil en la
Habana Vieja.
Flor inspiró el personaje de Sofía de la novela El siglo de
las luces de Alejo Carpentier, lo mismo que el cuadro fantasmagórico de la
cinta Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea.
A diferencia de su hermana Dulce María que se sentía muy a
gusto, viviendo en su "místico mundo interior", Flor necesitaba
exteriorizar lo que sentía, más bien a través de sus actos que de la palabra
escrita, lo cual explica en cierta medida que se conserven pocos de sus
maravillosos poemas, ya que los escribía muchas veces en papeles de desecho que
tiraba más tarde en el cesto de la basura, o los improvisaba de repente
"cuando le venía la inspiración", declamándolos ante sus eventuales
interlocutores sin preocuparse por el destino de los mismos.
Quinta Santa Bárbara, La Habana. © Alfonso Gamucio
De uno de estos hechos fueron testigos mi esposa y mi hija
el día que conocieron a la controvertida hermana de Dulce María. Era un sábado
por la mañana y hacía más de una hora que la escritora analizaba con mi cónyuge
algunos ejemplos de la poesía pastoril de Garcilaso de la Vega, cuando a la
sala proveniente de la cocina en donde dormía a veces en un viejo camastro,
penetró una pequeña anciana muy delgada con una escasa cabellera tan blanca que
parecía nieve o algodón. Vestía muy sencillo, pero su aspecto muy pulcro que
completaban unos pequeños aretes de perlas, le daban un atractivo aire de
feminidad.
Al ver a mi mujer, sin muchos cumplidos dijo muy seria:
¡Hermanita que sorpresa!. ¡Así que esta es la profesora rusa de la que me has
hablado!. ¿Por qué no me la presentas?. Pero sin esperar una respuesta de Dulce
María, extendió su huesuda mano recalcando: ¡Mucho gusto!, yo soy Flor,
"la oveja negra de la familia", aunque ya verá que no soy tan mala
como a lo mejor le han contado.
A continuación dirigiéndose a nuestra hija que se
encontraba algo apartada leyendo en un rincón del vestíbulo le dijo: Tú debes
ser Tatiana, la hija de Ludmila, ¿no es cierto?. A ver ponte de pie para verte
mejor. Eres una muchacha muy hermosa. ¿Dice Dulce María que deseas estudiar Historia
del Arte?. Te felicito muchacha porque es una carrera muy bonita.
Al descubrir que se hablaba de la poesía pastoril les dijo
casi en rima: ¡que bueno!, me imagino que el autor alaba a las lindas
florecitas, laboriosas avejas y mansas vaquitas. ¿Pero dónde están mis pobres
hormiguitas?. Por eso, ¿no te pones brava Dulce si le recito a ellas unos
versos que le compuse a las cucarachas y los ratones de mi hogar?.
La escritora roja de vergüenza, asintió con la cabeza
poniendo una cara que parecía decir , ¡que remedio!
Deplorablemente, el texto de este inusual poema, lleno de
humor y sabias moralejas se ha perdido, pero el siguiente relato de mi esposa
tal vez pueda dar una idea sobre su contenido.
Al calor de la amena conversación con Flor, que acaparó ese
día toda nuestra atención, nació la idea de visitar su mítica morada dentro de
una semana, siempre que le garantizasen el transporte. Como se había acordado,
el siguiente sábado se trasladaron en compañía de Flor hasta el reparto La
Coronela, para visitar la quinta "La Santa Bárbara" en la que
residía.
Al atravesar con el auto el portón de la alta cerca, que más
que tapia, parecía sólida muralla que defendía el palacete del ataque de
feroces piratas y corsarios, cuyas historias eran tan del agrado de la
propietaria, tuvieron la impresión de que habían llegado a un olvidado
castillo de un cuento de hadas.
La mansión estaba rodeada de grandes jardines donde algunos
rosales y otras plantas decorativas luchaban por sobrevivir. La residencia era
un edificio muy grande y sólido, que no obstante, desde el primer momento daba
la impresión de que hacía tiempo no se reparaba.
En sus amplios portales, dormitaban una docena de perros
callejeros recogidos por Flor que al detectar la llegada de su dueña, se
lanzaron sobre ella ladrando y saltando locos de alegría.
Al penetrar en la vivienda, en el centro de la amplia sala
que servía de recibidor, escoltado por dos enormes relojes de pie, se veía
sobre un grueso pedestal un conjunto escultórico en el que un guerrero, tal vez
espartano, caído en el suelo, se defiende con su lanza del furioso ataque de un
águila. El ave, en otras épocas sin dudas magnífica, tenía ahora sus dos alas
rotas que descansaban cerca del pedestal. Al observar el interés con que mi
esposa e hija contemplaban esta obra de arte, Flor les dijo: esta pieza que es
una de mis preferidas,tiene una historia muy linda, pues fue galardonada en la
Exposición de París de 1889 que tan magistralmente describiera José Martí. Pero
ya ven que destino más cruel le ha tocado. Venir de Francia para tener este
final tan doloroso en mi propia casa. Es algo que nunca hubiese querido ver.
Recorriendo la casa por todas partes se veían huellas de
abandono y destrucción. Parecía que un terrible huracán hubiese pasado por
encima de la vivienda.
Debajo de la majestuosa escalera central de caoba, se
amontonaban bustos y columnas de mármol rotas. En lo que fue antes el comedor,
un largo lienzo que reproducía una carrera de cuadrigas en un hipódromo del
imperio romano, mostraba una rasgadura en su centro, de más de un metro de
longitud, como si hubiese sido cortada intencionalmente por alguien con un
afilado cuchillo.
La capilla de la vivienda que visitaron a continuación, se
había salvado al parecer milagrosamente de tanto deterioro.
Al mostrarles el patio central que existe entre las dos alas
del edificio, en el que otrora un antiguo surtidor veneciano servía escogidos
vinos en las costosas copas de cristal de bacarat de los invitados a las
veladas literarias organizadas por Flor en sus años mozos, nuestra hija se
percató que sobre el descanso de la escalera trasera que daba acceso al segundo
piso, flanqueado por un gran jarrón de porcelana de Sevrés de raro color
amarillo que descansaba sobre un trinchante de roble, había colgado en la pared
un óleo bastante grande, que mostraba a una bella joven ataviada a la moda de
los años 30, del brazo de un apuesto caballero vestido de blanco. La imágen de
extraordinario realismo, transmitía al observador la felicidad que
experimentaba la pareja de enamorados.
Flor con cierta ironía no exenta de humor preguntó a
Tatiana: ¿sabes quién es esa dama tan bonita?.
Nuestra hija por supuesto no se atrevió a contestar, por lo
que la anfitriona añadió: esa beldad que ves, es aunque no lo creas, esta horrible
caricatura de ella que tienes delante.
¿Y quién es el hombre tan elegante que la acompaña?,
inquirió Tatiana haciéndose que no había escuchado. Mi esposo, el arquitecto
inglés Felipe Gardyn. ¿Verdad niña que tenía buen tipo?, expresó Flor sonriendo
por primera vez, como si recordara momentos agradables de un lejano pasado .
¡No sabes como me envidiaban en aquél entonces mis tontas amigas!.
Su esposo, había levantado la mansión Santa Bárbara, actual
sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Pero se sabe que fue Flor
quien trazó lo que quería. La Quinta fue el regalo de bodas de su marido.
Matrimonio que fue breve, brevísimo, quizás por el choque inevitable con la
audaz y polémica personalidad de Flor.
Auto Fiat 1930 de Flor, al que ella llamaba”la bovina”. Hoy se conserva en el Museo del Automóvil en el Centro Histórico de La Habana. Foto: Rutacuba.com
Ese día, prosigue contando Ludmila, por haber sufrido una
fractura de cadera, Flor ya no podía subir al segundo piso por la empinada
escalera de su casa, por lo que pidió al encargado de la vivienda, que
acompañase a mi esposa e hija para recorrer las habitaciones superiores. Así,
pudieron conocer los cuartos en los que por tantos años había descansado Flor y
en cuyas mesitas de noche había varios retratos de sus padres y sus hermanos,
los amplios baños intercalados entre los mismos y por último, una habitación
vacía en la que el acompañante con gran solemnidad recalcó: este es el lugar
donde Flor daba de comer trocitos de pan a las cucarachas y ratones que acudían
mansitos cuando los llamaba.
Al inquirir mi hija si esta historia era cierta, el
encargado le aseguró que sí, pues a Flor le movían creencias orientales sobre
la transmigración de las almas, por lo que consideraba que no se podía maltratar
a ninguna criatura viviente, ni siquiera a los más dañinos insectos, pues todos
ellos eran hijos de Dios.
Flor fue sin dudas un espíritu delicado. Adornada de un
noble sentimiento que le hacía ver en cada criatura la posibilidad de hacer el
bien, llegaba a límites inconcebibles, como cuando colocaba puñados de azúcar
ante las cuevas de las hormigas.
Miraba en los animales los ojos de Dios. Un día arrancó de
manos del cocinero dos conejos listos para convertirse en fricasé, compró todas
las aves de un establecimiento para liberarlas ante los ojos atónitos del
carnicero. La madre tuvo que crear un asilo para animales, porque Flor
llevaba a casa a cuanto perro se encontraba en el camino -sin importar
cuantos tuviera ya- y lo siguió haciendo hasta el final de sus días. Inmortalizó a uno de sus perro en este conmovedor poema:
Trenino
Trenino, hijo mío, mi perro:
quisiera tener tu corazón
tanto como quisiera tu cerebro;
un corazón humilde y un cerebro sencillo
que llevar dentro del cuerpo.
Y un cuerpo como el cuerpo tuyo: fuerte,
ágil, rudo a la vez ¡eso yo quiero!
Odio el hablar, que es privilegio triste,
prefiero tu ladrido: es más sincero
y más noble y más claro que la inútil palabra
con que hablo y con que pienso.
La burra de Balaam quedó asombrada
al hablar -y aunque fue sin entenderlo-
con la palabra le brotó una lágrima
que hocico abajo le rodó hasta el suelo.
Trenino, mi
perro, mi hijo:
tú eres el
mundo todo entero
puesto que eres inocente y fuerte
como el mundo en que creo.
Como el
mundo que Adán no hubo manchado
con el pecado y con el sufrimiento.
Para tí -Dios lo sabe- son inútiles
el Infierno y el Cielo.
Por eso cuando mueras es posible
que te tome en sus manos un momento
y quede pensativo... ¡Sin saber
cuál es tu sitio en todo el Universo!
1936.
Aparte de estos ejemplos, la poesía de Flor Loynaz es fresca
y prendida de un original lirismo. Poco difundida, lo mismo que estudiada, ha
aparecido, sin embargo, en algunas antologías e incluida en textos sobre
literatura cubana. Veamos una muestra:
Yo te ofrezco mis lirios ¿Por qué me pides rosas?
yo te ofrezco mis lirios más puros y más blancos.
¿A qué este afán continuo de pedir otra cosa,
si te doy de la vida, lo poco que he logrado?
Eres joven y quieres rosas frescas y rojas
no el perfume doliente, no los pétalos pálidos.
En mi jardín no esperes que tu mano recoja
lo que yo
no he vivido, lo que tú no has sembrado.
SIN PAPEL
Esta vez el papel no me ha alcanzado
y la palabra vuela libre al viento.
Volará como
vuela el pensamiento
hacia el
país del sueño no soñado.
Lo escrito
no ha quedado terminado
pero está vivo: que vibrar lo siento
con tañer de campana al firmamento
en un azul, de nubes despejado.
Aún cuando nunca más papel hubiera
o mi mano
cansada no pudiera
trazar con línea firme la idea pura
ella estará cual lava derretida
socavando la tierra estremecida
hasta saltar un día ¡estoy segura!
(1976)
Dulce María, al valorar la poesía de su hermana expresó:
"Yo pienso que ella ocuparía con justicia uno de los primeros lugares en
la poesía cubana y más allá, no únicamente contemporánea, podíamos remontarnos
más lejos; pero la opinión mía no la tendría en cuenta nadie, no sólo porque
soy su hermana, y porque estoy muy unida a ella por lazos de sangre, sino
además por lazos espirituales profundos que suelen valer más que los
primeros".
Flor Murió sola como había vivido siempre, en 1985, el 22 de
junio. Unos pocos, poquísimos, asistieron a su despedida.
Alguien con gran acierto dijo sobre ella: Flor es la Juana
de Arco de nuestras letras. Nadie escuchó una queja cuando el cáncer la
atenazó. En las paredes de su cuarto dejó estampado un auto de fe: "Te doy
gracias Señor, / porque me diste un corazón valiente / que no teme a la muerte
/ ni a la soledad / ni al dolor / que no conoce otro temor /
que el tuyo".
Más detalles sobre la Quinta Santa Bárbara en cinelatinoamericano.org
1 comentario:
He quedado encadilado con su personalidad rebelde, su sensibilidad hacia ls animales.
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